No entendiendo como la raza humana ha perdurado a través de los siglos. Nos creemos mejor que las otras especies que conocemos, por nuestra capacidad de raciocinio, forma de comunicarnos y por los avances tecnológicos que otros homomorfos han aportado en el transcurrir de la historia. Pero a mí parecer somos una mezcla entre desconfianza, salvajismo y estupidez.

Lo cierto es que no se puede generalizar debido a que siempre existirá una excepción a la regla, pero, cabe cuestionarse, que desde que el ser humano apareció en el plano espacio-tiempo, ¿cuánta sangre ha derramado por “defender” caprichos de un soberano, un enviado de dios, una idea, envidia, vicios o actualmente lo que conocemos como los intereses nacionales de cualquier un país?.

Es fácil distinguir en la época actual como se cuestionan, se desacreditan y se destruyen ideas en pro de un cambio benévolo mundial dirigido al bienestar social-colectivo; y de cómo la creencia de un ser superior o la no creencia en ninguno, genera los más crudos conflictos que desembocan en la muerte de personas inocentes a manos de verdugos que son simplemente corderos radicalizados, manipulados por aquellos que buscan un interés propio o uno de un grupo reducido.

Quisiera creer que lo mencionado anteriormente es culpa de los aspectos negativos, de lo que alguien llamó “la época de la postmodernidad” resumidos en las siguientes líneas: se ha cambiado la ambición personal (la autosuperación) por el consumo masivo rindiéndole culto mayormente a la tecnología; actualmente se ve inhabilitada la idea de la construcción de un mundo mejor por aquella de que no hay un futuro prometedor; se incrementan la brecha entre las clases sociales; se asume una libertad falsa que concluye en el alienamiento del individuo, basado en la desilusión, a cualquier tipo de movimiento; la perdida de identidad innegable  y donde el panóptico es exorbitantemente axiomático pero nos acostumbramos a él, convirtiéndolo en una herramienta para buscar aprobación de los grupos sociales establecidos.

Lo cierto es que el mundo está de cabeza, si bien siempre lo ha estado, y eso es una verdad innegable. La humanidad y la violencia son palabras que van cohesionadas, son inseparables e indesligables, una premisa que jamás podrá ser modificada, si esto no fuera cierto no existirían las guerras.

Me gustaría pensar que toda esta problemática inherentemente presente en el planeta cambiará, porqué, es sólo una etapa de la evolución del ser humano y que pronto despertaremos, fuera de tintes eclesiásticos, dogmáticos y científicos, del oscurantismo social en el que estamos sumidos.  Lastimosamente es improbable que esto llegase a ser una realidad a corto o mediano plazo, la razón es sencilla, el mundo se encuentra fraccionado en espectros políticos, religiosos, posiciones económicas entre otros artificios ideológicos que han sido los detonantes de la agonía de los habitantes de nuestra estrella y mientras no se consoliden o no sepan coexistir, seguiremos siendo menos que bestias.

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