El clásico cuento de la Cenicienta convertido en elegancia llegó al escenario del Pabellón M,  donde este fin de semana cautivó al público regio en la presentación del ballet.

Monterrey.- Hablar de ballet, con un pensamiento de la cultura regiomontana, podrían salir los comentarios más subjetivos e infructuosos, incapaces de aportar una retroalimentación con una visión crítica que fomente y promueva la difusión de eventos de esta rama del arte.

Y bien es cierto que la cultura regiomontana, y quizás del noreste, se centra más en el fútbol y la carne asada, ya que cuando se celebra un partido, los estadios se ven llenos hasta su máxima capacidad; y en ocasiones, los mismos padres, por la afición a este deporte, tratan de imponer a sus hijos el amor y la lealtad al equipo como si se tratara de una religión.

Las artes no se quedan atrás en su intento de darse a conocer y ganar terreno y es donde atraen al público infantil con las adaptaciones de cuentos de hadas que agradaron a muchas generaciones; es así como el inconfundible cuento de la Cenicienta, de autoría de los hermanos Grimm, llega hasta nuestros días convertido en largometraje gracias a la magia de la animación de Disney. Y que ahora es posible apreciarlo en danza gracias al patronato del Ballet de Monterrey con la música de Jules Massenet, Johann Strauss II, Joseph Lanner y Siegfried Transletur.

Todo aquel que ha escuchado el cuento de la Cenicienta, conoce la trama del mismo, en donde es la protagonista, quien queda como sirvienta de sus hermanastras y madrastra, además de hacerle pasar penurias la aborrecen por ser más hermosa, pero que al probarse la zapatilla de cristal resulta ser la elegida para ser la esposa del príncipe.

Esta obra, presentada en dos actos, cuenta con la coreografía de Jorge Amarante que nos muestra el clásico cuento de la Cenicienta convertido en elegancia por los pasos de bailarines como Katia Carranza, Olivia Quintana, Jonhal Fernández, Ernesto Mejica, Serafín Castro, entre otros que conforman el cuerpo de baile.

El desempeño de los bailarines fue notoria que cautivó al público con la gracia y belleza de las bailarinas que interpretaron a Cenicienta por relevos, así como de la sátira de la madrastra y las hermanastras quienes pudieron combinar a la perfección gracilidad, torpeza y rudeza para robar risas de los espectadores quienes agradecieron con una lluvia de aplausos entre cada escena.

Ciertamente, el ballet puede ser entretenido también para todas las generaciones si uno se deja cautivar por el sentimiento que evoca cada bailarín al ejecutar cada paso y que transmite su viva presencia de los personajes intrepretados por medio de su expresión corporal en movimiento.

 

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