Lo de esta noche no ha sido otra cosa que la confirmación de la hegemonía del concepto de Patrick Miller como una verdadera e impresionante máquina sonora de sueños y nostalgia retro. Su producción levantada de forma gigantesca y compuesta de rayos láser, luces robotizadas (algunas de las cuales ni siquiera existen en México) y una muy cuidadosa mezcla de sonido que no rebotó en el domo de cobre hicieron de éste un festival memorable, cuya cereza del pastel fue la participación de los invitados internacionales que al tener apenas un promedio de quince minutos en cada intervención, lograron descargar sus mejores éxitos sin que nadie se diera por defraudado.

 

            Fue una noche literalmente de devoción hacia Patrick Miller de parte de ésos fieles “patricios” –como se les llama a sus seguidores- que con todo y sus familias comenzaron desde muy temprano a abarrotar la plancha del Palacio de los Deportes, que así se convirtió por una noche en una enorme pista de baile que rememoró el soundtrack de la vida de todos los asistentes que al ritmo del Italodisco y el High Energy ofrecieron sus mejores pasos. En punto de las diez de la noche comenzaría oficialmente el espectáculo con una inmensa estructura de luces montada arriba de los asistentes que despuntaban al ritmo de los beats ochenteros, con lo cual los círculos de baile no se hicieron esperar al tiempo que se organizaban batallas de parejas con la única intención de pasar la mejor de las noches.

 

Los primeros actos en vivo fueron por parte de George Aaron, Italove, Poussez y Rofo, quienes hicieron suyo el escenario instigando al público a jugar con sus teléfonos celulares que combinados con las luces y los rayos láser lograban conseguir efectos visuales épicos. La pista que ya estaba a reventar al momento de subir Electric Theatre tenía una sola misión: demostrarle su devoción a Patrick Miller, que ha subsistido exitosamente al tiempo y a tres generaciones que le siguen respondiendo. Casi al cierre con Bad Boys Blue y ése genio del techno llamado Ramirez, los artistas se dieron su tiempo para agradecer a los asistentes y de alguna forma hacer su propio homenaje a la figura de Roberto Devesa, titular del concepto Patrick Miller, lo cual se hizo aún más patente cuando al filo de las dos de la mañana subió todo el talento a dar las gracias al público que asistió a un festival que se está haciendo clásico, casi como todo lo que emana de Patrick Miller.

 

            Ícono y sinónimo de High Energy, Patrick Miller ha dado un paso más hacia el olimpo de los conceptos musicales en México y su festival se ha convertido ya en una tradición esperada por sus fans que han seguido su génesis luego de celebrarse por tres veces en el domo de cobre, una en el Pepsi Center y una más en el ya desaparecido José Cuervo Salón cada año de forma ininterrumpida, con una apuesta multicultural y multifuncional que dadas las condiciones del panorama musical, no sería descabellado verle cerrando festivales de la talla de un Vive Latino por ejemplo. Por ahora, Patrick Miller regaló una noche histórica a sus más de once mil seguidores que se dieron cita y salieron con la sonrisa en los labios y cargados de una vivencia más que se suman a su álbum de recuerdos donde un nombre se levanta orgulloso: Patrick Miller.

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