In eztli, in tlapalli” (la sangre, el color) era una frase que los padres mexicas usaban para referirse a la parte más preciosa, la más esencial, que reconocían en sus hijos y descendientes. Difrasismo que hoy se retoma para dar nombre a la exposición temporal Nuestra sangre, nuestro color: La escultura polícroma de Tenochtitlan, que hasta el 20 de agosto podrá visitarse en el Museo del Templo Mayor (MTM).

Inaugurada y organizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), esta muestra busca dar a conocer las sensaciones, los simbolismos y el colorido panorama que distinguía a la ciudad de Tenochtitlan, a través de 28 obras maestras de la escultura polícroma mexica.

Todas las piezas, desde el colosal monolito de la diosa Tlaltecuhtli hasta la conocida olla Tláloc y otros elementos ceremoniales de pequeño formato, pertenecen a la vasta colección del MTM y “enfatizan los trabajos de recuperación e investigación que, a lo largo de cuatro décadas, se han realizado en el subsuelo del núcleo urbano capitalino”, destacó el director general del INAH, Diego Prieto Hernández.

Producto de esta labor es que actualmente puedan romperse viejos paradigmas como aquel que durante siglos sostuvo que la imagen de la ciudad-isla era una homogeneidad de tonos grises, rosados y violáceos, propios de las rocas volcánicas (basalto, andesita y tezontle), con que estaban edificados sus templos y monumentos.

La realidad, coincidieron Patricia Ledesma Bouchan, directora del MTM, y el investigador emérito del INAH, Eduardo Matos Moctezuma, es que la antigua urbe lucía tal variedad de efigies ornamentadas y combinaciones pictóricas, que incluso los propios conquistadores españoles quedaron maravillados al contemplarla.

El arqueólogo Leonardo López Luján indicó que con este montaje, riguroso científica y académicamente, se concluye una destacada trilogía de eventos culturales cuyo denominador común fue la investigación del cromatismo en los monumentos antiguos. Le precedieron la exposición El color de los dioses. Policromía en la Antigüedad clásica y Mesoamérica, en el Museo del Palacio de Bellas Artes, y el Coloquio Internacional Χρώμα (Croma). Color. Tlapalli. El cromatismo en el arte grecorromano y mexica, en El Colegio Nacional.

El también titular del Proyecto Templo Mayor (PTM), señaló que la nueva instalación se concentra en la civilización mexica e incorpora piezas novedosas, como es el cráneo de un guerrero sacrificado, el cual fue originalmente decorado para representar a Mictlantecuhtli, dios de la muerte, y se acompaña de una réplica exacta, impresa en 3D, que restituye sus pigmentos azul y negro, así como los adornos de concha y pirita que usaron los mexicas para crear la ilusión de brillo en los ojos.

Con la idea de ofrecer un asomo al aspecto original de las esculturas y, en igual medida, al significado y las sensaciones que debían producir mediante el color, se incluyen seis reproducciones tridimensionales de figuras emblemáticas como los monolitos de Tlaltecuhtli y Coyolxauhqui, el Chac Mool, un guerrero estelar y dos cabezas monumentales de serpiente.

La exposición está dividida en 10 módulos temáticos que discurren acerca de temas como las técnicas de manufactura y los materiales empleados por los artesanos; la trascendencia del cromatismo en las pequeñas esculturas y los grandes templos tenochcas; las técnicas y tecnologías de última generación que se usan actualmente para identificar y reconstruir los pigmentos; o los análisis que vinculan a una determinada escultura con un dios específico del panteón mexica, entre otros.

Se inicia con un acercamiento al auge del imperio mexica, que va de 1440 a 1502, y se relaciona con acontecimientos como la independencia de Tenochtitlan y la creación de la Triple Alianza, en 1430, y una década más tarde, el ascenso al trono de Motecuhzoma Ilhuicamina, monarca que expandió los límites del imperio y propició la evolución del arte en su ciudad capital, donde se concentraron los monolitos y esculturas más insignes

También se dan a conocer hallazgos recientes del PTM, como las dos paletas pictóricas que los mexicas usaban: una con más de 20 colores a base de elementos orgánicos para códices; y otra de cinco pigmentos base —ocre, rojo, azul, blanco y negro—, elaborados con ingredientes inorgánicos, que se empleaba en murales y esculturas de gran formato.

Dichos descubrimientos, que a su vez derivan de estudios multidisciplinarios y de alta tecnología, como los de composición química, espectrometría de dispersión de energía y fluorescencia de rayos X, entre otros, establecen que los pigmentos de origen inorgánico eran usados para resistir mejor el intemperismo. Asimismo, plantean que esos cinco colores base aludían simbólicamente a los cuatro puntos cardinales y al centro del universo.

Como ejemplo de la antigua obtención de materias primas y elaboración de pigmentos, a las 28 piezas de la exposición se integran ocho minerales (hematita, calcita, paligorskita y añil, entre otros generadores naturales de color) y un mucílago de orquídea provenientes del Museo de Geología de la UNAM, además de un ejemplar de orquídea de la Escuela Nacional de Conservación Restauración y Museografía (ENCRyM).

La exposición cuenta con una museografía elaborada por la arquitecta Bianca Moreno, y una curaduría conjunta a cargo de destacados arqueólogos y restauradores del PTM: Leonardo López Luján, Fernando Carrizosa, Michelle De Anda, Diego Matadamas, Erika Lucero Robles y María Barajas.

Igualmente, los expertos del PTM encabezarán un ciclo de conferencias en el Auditorio Eduardo Matos Moctezuma del MTM, los sábados 10, 17 y 24 de junio, además del 1 de julio. Las sesiones, abiertas al público, se acompañarán de visitas guiadas a módulos específicos de la exposición y versarán sobre temas como la recuperación de los murales de Tenochtitlan o la estabilización cromática en las esculturas del Templo Mayor, por mencionar algunos.

Nuestra sangre, nuestro color: La escultura polícroma de Tenochtitlan se presenta en el Museo del Templo Mayor (Seminario 8, Centro Histórico). Horario: martes a domingo, de 9:00 a 17:00 horas. Costo: 65 pesos (salvo estudiantes, maestros, menores de 13 años, personas de la tercera edad, jubilados y pensionados con credencial vigente). Los domingos la entrada es libre para público nacional y extranjeros residentes en el país.

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