Cuando mi cielo aterrizó sobre está mundana pila de vagas ambiciones y cloacas metafísicas, sentí al universo implosionar en mi amarillento corazón harto de andar. Ante cientos de huesos en danza al ritmo que la tierra induce al terráqueo, mi cardíaco palpitar se acomodó a dormir. Asimismo, cada sueño que jamás despertó, marcó en mis vacíos, los estigmas que se hospedaron sin anuncio de algún posible retiro.

No es que no amanezca, pero, estiro a gritos tu nombre pretendiendo que rinda toda mi noche, tu nombre, que no puede evitar sonar ampuloso al ser escuchado, y, tampoco esquiva su incumbencia de haber dado en mí sentido a las cosas; esas mis cosas, rosas de un campo maldito; las cosas que dejaron de ser cuando te fuiste y me quedé, cuando quise irme y tus ojos me quedaron.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí