Hace varios años, en un vecindario de Estados Unidos, ocurrió un hecho muy interesante: en las casas donde vivían matrimonios sin hijos, o personas solas, después de regresar de sus respectivos trabajos, encontraban la casa impecablemente limpia cuando la habían dejado desordenada. Lo curioso del caso es que no se llevaban ningún objeto o dinero. Como esto ocurría constantemente, el vecindario, más que alarmados, tenían la curiosidad de saber quién era la persona que les dejaba sus casas completamente limpias y ordenadas.

Tiempo después, descubrieron al autor de tanta pulcritud, era un vecino que padecía el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) y que tenía la compulsión por limpiar excesivamente su casa, pero, como siempre estaba impecable, se le ocurrió limpiar las casas de sus vecinos cuando estos no se encontraban en sus hogares. Al confundirlo con un ladrón, en un hogar donde los propietarios llegaron más temprano que de costumbre, llamaron a la policía. Al enterarse por boca de este individuo que padecía dicho trastorno, por supuesto, retiraron los cargos, pero por orden del juez se le convidó a asistir a terapia.

Síntomas

Marco Antonio Espinosa, autor de “Psicopatología: Psicología de la Anormalidad” refiere que el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), involucra pensamientos e impulsos no deseados, persistentes e intrusivos (obsesión) y conductas repetitivas (compulsión), que tienen la intención de suprimirlos. Es decir, obsesiones que desembocan en compulsiones, donde la persona presenta ideas que no se puede quitar de su mente y se siente obligada de hacer actos repetitivos, como una forma de protección ante estos pensamientos. Las ideas comúnmente abarcan temor, titubeo, duda o vergüenza, y los actos repetitivos generalmente se manifiestan en contar, revisar, ordenar, limpiar o tocar.

Nada puede detener los impulsos compulsivos

Las obsesiones pueden surgir de cualquier situación, por muy rara o insignificante que parezca. Estas ideas intrusivas siempre estarán presentes en el individuo y no cesan. Ante ello, se deben tener actos ritualistas que sirven de protección contra la ansiedad y, mientras se realizan, el individuo se sentirá seguro.

Algunos ejemplos de compulsión serían: enviar de inmediato a veinte personas la cadena de un mensaje de paz, pero como piensa que posiblemente no serán suficientes, la enviará a “uno más”, siguiendo así indefinidamente; usar guantes y cubre bocas cada vez que sube al transporte público (antes del COVID-19) para evitar contagiarse de alguna bacteria; evitar cualquier contacto con algún vagabundo, incluyendo el visual, y cambiarse de acera (o regresarse) cada vez que esté cerca alguno; o confirmar hasta siete veces que se ha cerrado bien la puerta, abriendo, cerrando y poniendo el seguro con la llave, dándole vueltas y vueltas.

Se acuña el término “acumuladores”

Asimismo, destacó que los hermanos Homer y Langley Collyer fueron dos estadounidenses que se destacaron por su carácter excéntrico y el acumulamiento compulsivo de objetos inservibles. Dichos hermanos nacieron y vivieron en Nueva York, desde finales del siglo XIX hasta mediados de la década de los 40, en el siglo XX. Hijos de una familia acomodada, que tuvo sus raíces en los primitivos colonos ingleses que llegaron a Estados Unidos, recibieron una sólida formación universitaria (Derecho e Ingeniería), sin embargo, no se les conoció ocupación alguna mientras vivieron, pues las rentas que heredaron les permitieron vivir sin apuros económicos durante el resto de sus vidas. Los hermanos Collyer, acumuladores compulsivos, llegaron a juntar casi 200 toneladas de diverso material en su casa de 4 pisos, en el cruce entre la Quinta Avenida y la Calle 128, en Harlem, Manhattan. De ahí, se acuñó el término “acumuladores,” para definir a otras personas con la misma problemática.

La policía entró al domicilio de los hermanos Collyer el 21 de marzo de 1947, alarmados por los vecinos pues los hermanos no daban señales de vida desde hacía bastante tiempo. La policía no pudo ingresar por la puerta de entrada, pues se encontraron con enormes pilas de periódicos, desde el suelo hasta el techo, que impedían el paso; por dicha razón, se solicitó la ayuda de los bomberos de Nueva York. No obstante, tampoco pudieron acceder a la vivienda a través de las ventanas pues también se encontraban absolutamente bloqueadas por gigantescas y compactas montañas de papel y otros objetos. Al final, no tuvieron más remedio que hacer un agujero en la azotea del edificio para lograr introducirse en la casa de los hermanos.

Langley Collyer

Después de seis horas de abrirse paso entre montañas de periódicos, revistas, libros y todo tipo de objetos, se encontró el cuerpo sin vida de uno de los hermanos, Homer, sentado en una silla. El cuerpo del otro hermano, Langley, sería encontrado 18 días después, el 8 de abril de 1947. Hubo para ello que remover y retirar 136 toneladas de material diverso.

Eran muy desconfiados

Langley, el mayor de los hermanos, estudió Ingeniería y Homer, Derecho marítimo, pero nunca las ejercieron profesionalmente debido a la fortuna económica que sus padres tenían entonces. Tras la muerte de sus padres (el padre, ginecólogo, y la madre, cantante de ópera) los hermanos decidieron encerrarse en uno de los pisos del edificio de cuatro plantas. Con el tiempo pasaron a ser dos personas completamente introvertidas, que apenas cruzaban palabra alguna con los vecinos de los edificios contiguos, debido a la degradación e inseguridad del barrio en el que vivían. Esto originó su preocupación, de que alguien intentara robar en su propiedad y decidieron atrincherarse dentro de su edificio y construir una serie de laberintos y trampas que evitarían que esto sucediera. Cierto día, Homer sufrió un derrame que lo dejó ciego y tiempo después paralítico. Langley decidió hacerse cargo del cuidado de su hermano, estando pendiente de él durante el día y saliendo por comida y los periódicos de la jornada durante la madrugada.

Muerto por su misma trampa

Langley también fabricó una serie de trampas caseras que, si se accionaban, hacían caer kilos de objetos sobre el intruso: la vivienda de los Collyer era una auténtica trampa mortal llena de cajas, basura y periódicos. Tras un aviso anónimo sobre un dolor desagradable que salía del edificio, la policía tardó seis horas en lograr acceder a él. Allí encontraron el cadáver de Homer sentado en su butaca; la autopsia reveló que la muerte se había producido por falta de alimentos y agua. También se encontró el cuerpo, en un estado avanzado de descomposición, de Langley, quien se encontraba a pocos metros de la estancia donde se hallaba su hermano y falleció a causa del derrumbe de una gran pila de periódicos y cajas, ocurrido al accionar, probablemente sin querer, una de las trampas por él confeccionadas.

Cien naranjas a la semana

Cuando las autoridades realizaron el inventario, se encontraron con catorce pianos de cola, varios coches, máquinas de rayos X, miles de periódicos, más de 25 mil libros, miles de discos, alfombras, bolsas repletas de basura, material quirúrgico, revólveres, granadas, escopetas, metralletas y un gran número de envases de cristal que contenían órganos humanos conservados en formol.

Los hermanos acumularon todos los periódicos emitidos en la ciudad de Nueva York durante aproximadamente tres décadas y media. Si tomamos en cuenta de que en dicha ciudad existían unos quince periódicos diarios, el total de periódicos acumulados ascendería a más 190 mil. En cierta ocasión le preguntaron a Langley acerca de su inexplicable manía de acumular periódicos, contestó que los guardaba para que su hermano, ciego, los leyese cuando recuperase la vista y así se pudiera actualizar. Langley tenía la firme convicción que su hermano Homer recuperaría la vista, y para tal efecto le daba a su hermano cien naranjas a la semana, pues creía que dicho procedimiento era infalible. Esta es tan sólo una más de las decenas de extravagancias que adornaban a los hermanos.

La acumulación se lleva a cabo en la forma de un rito o acto compulsivo

La APA, Asociación Americana de Psicología, actualmente considera las manifestaciones de acumulación como un trastorno, aun cuando en versiones anteriores del DSM, Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, se les consideraba como un síntoma o subtipo del Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC). Por su parte, la OMS también consideraba la acumulación como un acto compulsivo. Independientemente de su clasificación, la acumulación surge de pensamientos, ideas, imágenes o impulsos intrusivos (obsesiones); para bajar o controlar su preocupación o ansiedad se lleva a cabo la acumulación en la forma de un rito o acto compulsivo. Antes, se consideraba a la acumulación patológica como el Síndrome de Collyer, quienes vivieron las tres últimas décadas de su vida acumulando objetos, puntualizó Marco Antonio Espinoza.

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