Tigres clasificó a la liguilla, mientras Monterrey salió vivo del Volcán y aún se mantienen con esperanza de conseguir uno de los últimos boletos del Apertura 2016
Por Mike Ramírez
SAN NICOLÁS DE LOS GARZA, NUEVO LEÓN.- El sábado por la madrugada pareciera un día regular en Monterrey. La circulación vial por los alrededores de Ciudad Universitaria transitada a un ritmo lento. El cielo remarcando los colores de la Ciudad, mientras el sol ilumina las garras del estadio Universitario. Poco a poco se asomó la tarde en San Nicolás de los Garza y es allí donde todo un Estado se transformó.
La edición 109 del clásico regiomontano se hacia notar fuera del estadio, con los rostros de los niños pintados: unos diferentes a otros, pareciera que surge una cierta rivalidad entre ambos, pero no deja de ser la hermandad y el respeto lo que los une como hermanos.
Un partido de futbol se vive con pasión en Nuevo León, pero un clásico entre Tigres y Rayados es un sentimiento que lo llevan muy en el fondo sus aficionados. Los cánticos en el estadio, los gritos al rival, los ‘chiflidos’, abucheo para los visitantes y después miradas preocupantes en los locales.
Chará y su disparo al poste pondría al Universitario a ver el encuentro de diferente manera, pues el Monterrey no iniciaba el partido con desventaja ante la ausencia de Cardona, como se mencionó durante la semana.
Mientras tanto, un centro de ‘El Chino’ Zelarayán al área sería cabeceado por Sosa para que el Volcán despertara con la garra de su gente; y cuando mejor jugaban los visitantes, los Tigres rugieron y no desaprovecharon la oportunidad.
Sin embargo, Monterrey no decaería: Funes saca tiro desviado de la portería, Sánchez lo intenta por una banda, después por la otra, mientras un recentro de ‘Poncho’ González sería aprovechado por Montes para emparejar el encuentro.
El árbitro decretaba el final del encuentro y todos contentos regresaban a casa: unos con invitación a la fiesta y otros, bueno pues otros en busca del mismo boleto hasta el último suspiro.