Miles de iraníes dejan la capital entre lágrimas, atascos y mensajes de despedida mientras crece el temor a un conflicto mayor con Israel.
Las palabras de Donald Trump ordenando «evacuar Teherán de inmediato» resonaron como una alarma en medio del creciente conflicto entre Irán e Israel. La advertencia, pronunciada horas antes de que el expresidente estadounidense abandonara abruptamente su participación en la cumbre del G7 en Canadá, fue suficiente para desatar una ola de pánico en la capital iraní, una ciudad que alberga a casi 10 millones de personas.
Desde entonces, miles de residentes se enfrentan a una decisión desgarradora: permanecer en casa con la incertidumbre de lo que vendrá o aventurarse entre interminables atascos viales en busca de una aparente seguridad fuera de la ciudad. Las imágenes compartidas en redes sociales por quienes optaron por salir se han convertido en una crónica emocional de la diáspora urbana en marcha: fotografías de salas, oficinas, mascotas, plantas y rincones cotidianos, acompañadas por breves despedidas. «No sé si volveré», escribió una joven junto a la foto de su escritorio.
A pesar de las restricciones a la prensa internacional, testimonios recogidos por BBC Persian revelan que el éxodo había comenzado incluso antes del lunes, cuando Israel lanzó la primera serie de ataques sobre instalaciones estratégicas en Teherán. Las siguientes horas estuvieron marcadas por más bombardeos, explosiones y fuego antiaéreo. Irán respondió lanzando misiles contra ciudades israelíes, y aunque ambos gobiernos afirman que su objetivo eran instalaciones militares, las víctimas civiles son una dolorosa constante.
Según medios estatales iraníes, al menos 224 personas han muerto en los ataques israelíes. Por su parte, fuentes oficiales israelíes reportan al menos 24 fallecidos tras la respuesta iraní. En ambas naciones, los cementerios y hospitales empiezan a llenarse de nombres y rostros de quienes no eligieron esta guerra.
«Salí a las 8:45 de la mañana rumbo a Qazvin. Me tomó cinco horas lo que normalmente tarda hora y media», relató Arash, un residente de Teherán que decidió partir antes de que la situación empeorara. Su testimonio se repite entre quienes describen filas de automóviles que se extienden por decenas de kilómetros y estaciones de gasolina saturadas.
Pero no todos tienen la posibilidad de huir. Narges, otra residente de la capital, ha decidido quedarse. “Las carreteras están colapsadas. ¿De qué sirve arriesgarme y quedar atrapada en medio del camino?”, se pregunta. Vive cerca de la sede de la radiodifusora estatal, que fue alcanzada por los misiles. “Sentí que el techo se venía abajo”, afirma.
Muchos, como Narges, enfrentan limitaciones personales y familiares: adultos mayores, hijos pequeños, embarazos, enfermedades, mascotas o simplemente no tener otro lugar adonde ir. «Si todo se va a venir abajo, prefiero quedarme con mis hijos. No tengo fuerzas para empezar de nuevo», dijo una mujer de 40 años entrevistada bajo anonimato.
Mientras tanto, Trump, abordando el Air Force One, declaró a la prensa que no busca una simple tregua, sino “algo mejor que un alto al fuego. Un final real”, añadió, dejando abierta la posibilidad de una escalada aún mayor.
La comunidad internacional observa con creciente preocupación. La sombra de un conflicto abierto entre Irán e Israel, dos potencias militares con historial de enfrentamientos indirectos, pone en riesgo la estabilidad del ya volátil Oriente Medio. Naciones Unidas y países europeos han hecho llamados urgentes a la moderación, pero hasta ahora, el sonido que predomina es el de los misiles y las sirenas.
Teherán, que ha resistido guerras, revoluciones y sanciones, hoy enfrenta otra noche incierta. Mientras algunos empacan con esperanza, otros cierran sus puertas sabiendo que quizá no vuelvan a abrirlas.