Pantera negra (2018) eleva al superhéroe a un nuevo plano distinto a lo que las últimas películas de Marvel habían propuesto. Esta película va más allá del mundo de Los Vengadores.

Contrario a otros filmes de la franquicia, éste en particular no necesita del apoyo de Mr. Stark, ni de alguno de los Vengadores. Lo que demuestra que todavía hay más historias que contar además de los personajes más icónicos.

El Príncipe T’Challa, también conocido como Pantera negra (Chadwick Boseman), de Wakanda, toma las riendas del país africano tras la muerte repentina de su padre en las Naciones Unidas (específicamente en Capitán América: civil war).

El filme inicia en Oakland, California en 1992. Lo cual nos da una primera probada a lo que es el país con el mayor avance tecnológico del mundo. Y también, el país que produce vibranium, el metal más poderoso en el Universo Marvel.

A pesar de que Black Panther es sólo una película más en el mundo de los superhéroe, la manera en la que exponen los problemas sociales y politizan al filme, muestra una realidad verosímil.

El nombre del cómic, publicado en 1966, lleva detrás una relación indiscutible con el grupo anti-racista radical del mismo nombre, que fue fundado a los pocos meses.

Cuando se le pide a los personajes definir lo que es Wakanda, este país no es más que «un país tercermundista, textiles, ovejas, atuendos lindos». Desde ese instante, la película se aleja del universo de Marvel.

Black Panther construye y de-construye una paradoja de una nación africana con el dominio económico del mundo capitalista.

Hasta el momento la película ha recaudado un estimado de $387 millones de dólares. Lo que la coloca como la más taquillera del mundo de los superhéroes.

Resulta refrescante ver algo distinto después de Thor: Ragnarok y Spiderman: Homecoming.

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