Por: Mtro. David Alberto Valencia Hernández

¡Qué rápido transita el tiempo, cuando la vorágine de cortinas de humo con poca credibilidad desfilan una tras otra en el escenario nacional! Y es que casi estamos a un mes del lamentable suceso ocurrido en el Colegio Americano del Noreste, ubicado en la Cd. de Monterrey; aquel atentado, perpetuado por un alumno hacia su maestra y compañeros, en el que lamentablemente la docente tuvo muerte cerebral tras el impacto de bala y el menor posteriormente se suicidó.

Es que la neurosis y morbo vividos esos días parecen haber menguado su impacto. Recuerdo que múltiples especialistas y otros no tan especialistas inundaron los medios masivos con el tema. Mencionaron que la culpa era de la psicopatía del infante, de los escasos procedimientos de protección de las escuelas y de las páginas web sin restricción que invitan a la destrucción del otro y uno mismo para obtener cierto status quo en ese mundo; sin tocar el ambiente hostil-violento que la política nacional y los medios de comunicación han generado en los últimos años dentro de la población.

Partiendo de la premisa que la escuela es un reproductor social, podremos mencionar que la violencia que circunda a la población es puesta en acto en sus centros escolares; e incluso podríamos preguntarnos ¿Qué se oferta a bajo esfuerzo y mucha ganancia a nuestra niñez? ¿Qué curriculum se oculta en la instrucción social cargada de telenovelas, videos musicales y noticiosos donde el narcotraficante vive como rey en casas lujosas con vehículos y mujeres del año? ¿Qué se pretende con esta inundación de violencia?

Sumemos, el malestar social generado por reformas estructurales que no han logrado lo que prometieron. Por ese desazón que se palpa en el ciudadano común que en los últimos cuatro años pierde estrepitosamente su valor adquisitivo. En la confrontación de la población con el mismo magisterio y demás organizaciones sindicales, que, por un lado, son vistas como clanes de adoración a lo demoniaco y, por otro, deben ser exterminadas por el ropaje redentor, justo, ético e incorruptible que viste a nuestros quiméricos políticos mexicanos. Con el hartazgo de la sobreprotección política a ciertos funcionarios y ex funcionarios que saquean la ya raquítica economía mexicana, mientras salen impunes.

Detengámonos a pensar un momento, ¿Cómo este escenario, en el cual este y muchos niños de nuestro país transitan, podría propiciar que este hecho no sea aislado? Debo ser claro, no hablo de que esto sea la única causa determinante para lo ocurrido, pero sí un aliciente favorable para que se puedan reproducir más actos similares en el futuro. Si es así, tal vez un operativo mochila no sea suficiente, ya que estaríamos atacando a un síntoma del paciente y no a la enfermedad como tal.

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